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Cada mujer desea que su marido la quiera. Pero si este deseo de ser amada se convierte en una necesidad personal, las relaciones conyugales pueden desintegrarse.
¿Cómo determino si mi deseo de ser amada se ha convertido en una necesidad?
¡Qué pregunta tan buena!
El enojo es la señal más destacada y sobresaliente que te indica que tu deseo de ser amada se ha convertido en una necesidad.
Acuérdate: por la mayor parte no es malo desear ser amada. Lo malo es que este deseo se convierta en egoísmo.
Cuando nuestros deseos se convierten en visiones egoístas, es fácil enojarnos si esos deseos no se cumplen. Eso no sólo se aplica al deseo de ser amada, sino también a cualquier deseo que tengamos.
David Tripp delineó así la conversión de un deseo en una visión egoísta:
Lo Peligro del Deseo de Ser Amada: La Situación de Kathy y Bill
Kathy—quien lleva veinte años casada con Bill—quiere que Bill le demuestre amor de una manera particular. Esto es normal para una mujer. Pero Bill es egoísta.
Después de comprometerse con Kathy, Bill le demostró amor a Kathy de una manera satisfactoria. Por eso, a Kathy le parecía óbvio que Bill la quería. Kathy creía que se había encontrado con el novio de sus sueños.
Por desgracia, Kathy era egoísta también. Cuando Bill le compró flores, le escribió cartas, y la invitó a cenar en restaurantes elegantes, ella se alegró y su deseo se cumplió temporalmente. Pero tales regalos materiales no le bastaron a Kathy. Kathy quería que Bill le hiciera todo como ésta (Kathy) quisiera. Quería que Bill viviera la vida conforme a sus expectaciones (las de Kathy).
La actitud de Kathy hacia su relación matrimonial es equivocada. Ella se había encerrado en un mundo ideal, y se engañó a sí misma creyendo que el amor matrimonial sería tan ideal y tan romántico como ella se había imaginado. Además, Kathy no entendió por completo la naturaleza pecaminosa del ser humano.
Por eso, Kathy no se había preparado bien para la vida adulta en un sentido espiritual. Era egoísta, y carecía de la sagacidad necesaria para mantener una buena relación matrimonial con un PECADOR (el marido de Kathy es pecador porque es ser humano). A causa de su egoísmo, Kathy era idólatra. La idolatría que practicaba estaba enraizada en su deseo de ser amada, el cual es el deseo típico de las mujeres.
Anteriormente Kathy nunca se había dado cuenta de su egoísmo. Esto es normal; raras veces se ve dentro de sí para identificar sus motivos y adaptarlos a la voluntad de Dios. Por eso, mientras Bill seguía conquistando a Kathy de una manera egoísta, Kathy—debido a su egoísmo y su deseo der ser amada—seguía permitiéndole conquistarla.
Entonces su relación matrimonial se empeoró. Después de conquistar a Kathy, Bill se dedicó a su trabajo y a sus pasatiempos. Se olvidó temporalmente de Kathy.
Kathy estaba desilusionada, pero seguía exigiendo que Bill la quisiera. La verdad es su deseo de ser amada se convirtió en una visión egoísta. Deseaba que Bill le demostrara amor conforme a sus expectaciones (las de Kathy).
Podemos analizar esta situación con el método delineado por David Tripp:
Aunque Bill y Kathy cometieron pecados diferentes, ambos eran idólatras. Realmente Bill no quería mucho a Kathy. Además, Kathy se desanimó porque Bill no le dio todo lo que quisiera. Lo que necesitaban Bill y Kathy era un momento de arrepentimiento mutuo. Sin embargo, cuando aconsejé a Bill y Kathy por primera vez, me pareció óbvio que les faltaba la humildad necesaria para arrepentirse juntos.
Kathy y Bill afirmaron que se querían el uno a la otra. Pero después de aconsejarles por unos minutos, estaba seguro de que los dos no se querían. Bill se quería a sí mismo, y Kathy se quería a sí misma.
Bill y Kathy se enojaban el uno con la otra con frecuencia, y se guardaban rencor. Me parece bueno que se decidieran a pedir consejos después de 21 años de matrimonio. Habían tomado malas decisiones, pero las sesiones de consejo marcaron uno de los períodos más favorables de su matrimonio.
Quejarse y Fabricar Excusas
Kathy se quejó de que Bill no cumplió con sus expectaciones. Según Kathy, Bill era perezoso, desagradable, insolente, pasivo, criticón, y poco romántico. Kathy ya no tenía ganas de tratarlo con cariño. Para comprobar lo anterior, Kathy contó más de doce cuentecillos en los que Bill se había comportado de una manera egoísta.
Después de oirla hablar, Bill estaba desplomado en la silla. Parecía que iba a darse por vencido; estaba desalentado y desanimado.
Yo me pregunté ¿cuánto enojo se había acumulado dentro de él?
Durante la sesión de consejo me enteré de que Bill estaba desilusionado y enojado con Kathy por muchos años. Aunque Bill admitió que sí estaba grosero y desagradable como lo había dicho Kathy, agregó que la actitud negativa de Kathy también contribuyó a sus problemas.
Bill tuvo razón.
Aunque Bill confesó que sus pecados no eran culpa de Kathy, la actitud enojada y vengadora de Kathy sólo sirvió para empeorar la situación. ¿Puede ser que ésa es una razón por la cual su relación conyugal era tan desagradable?
Nunca jamás he conocido a una pareja en la que una persona fuera inocente y su marido/esposa fuera completamente culpable. Cualquiera que sea el estado de tu relación matrimonial, admitir que ambos cónyuges tienen algo de culpa puede impactar esa relación de una manera extensiva y positiva.
¿Quién tiene la culpa?
Después de dos décadas de matrimonio, a Bill y Kathy les resultaba difícil determinar quién provocó inicialmente los problemas. Realmente, eso no importa.
Para Bill y Kathy, lo único que importaba era echarle la culpa a su marido/a su esposa. Echarle la culpa al marido/a la esposa y comprobar que tenían razón les importaban más que evaluar la relación desde la perspectiva de Dios.
Los dos pasaban mucho tiempo riñendo y echándose la culpa. Debido a esta actitud (yo tengo razón pero tu no la tiene) Bill y Kathy casi excluyeron a Dios de su matrimonio.
Sería mejor que Bill y Kathy vieran dentro de sí para enterarse de la culpa que cada uno tenía ante Dios. Entonces, ellos podrían identificar las causas de sus problemas matrimoniales y arrepentirse mútuamente.
Kathy creía que Bill se cambiaría la vida si ella hacía todo lo posible para hacerle conocer sus equivocaciones. Pero raras veces las acusaciones y la fuerza motivan a otras personas a cambiarse la vida; por cierto, aunque somos pecadores, Jesucristo no nos responde con fuerza y acusaciones:
4 Tienes que entender que Dios ha sido muy paciente y bondadoso contigo, esperando que cambies. Pero tú piensas que su paciencia nunca termina y no te das cuenta de que él es bueno contigo para que cambies tu vida. – Romanos 2:4 (PDT)
8 Ustedes fueron salvos gracias a la generosidad de Dios porque tuvieron fe. No se salvaron a sí mismos, su salvación fue un regalo de Dios. – Efesios 2:8 (PDT)
8 En cambio, Dios nos demostró su amor en que Cristo murió por nosotros aun cuando éramos pecadores. – Romanos 5:8 (PDT)
Cualquier persona puede analizar el pasado y dar con razones para explicar por qué está desilusionado con otra persona (un amigo, un pariente, un profesor, y tal). Pero como Cristiano/a maduro(a), lo más importante no es echarle la culpa a alguien, sino responder con humildad ante Dios.
A Bill y Kathy les importaba más “echarse la culpa y tener razón” que responder con humildad. Por eso, se enojaron más fácilmente y les resultó más difícil perdonarse el uno a la otra.
El Arrepentimiento Ante Jesucristo
Poco después, Kathy comenzó a darse cuenta del impacto que su actitud había tenido tanto en su vida personal como en su relación con Bill. Kathy confesó que aunque quería un matrimonio que agradara a Dios, no había hecho nada para promover las virtudes de Dios en su matrimonio.
Por lo general, a Kathy se le olvidó la Palabra de Dios. Se le olvidó pensar en la obra redentora de Cristo.
Jesucristo no redentó a Kathy a través del enojo, la crítica, el rencor, y las acusaciones. Jesucristo la abrazó y la redentó con su amor, su gracia, su amabilidad, su paciencia, y sobre todo, su clemencia.
Cuando le recordé a Kathy de la Palabra de Dios durante una sesión de consejo, Dios—por su clemencia y su gracia—se le aclaró todo. Kathy entendió otra vez la Palabra de Dios.
Kathy comenzó a aplicar la Palabra de Dios a su santificación. Aunque Kathy ya había aceptado la Palabra de Dios al invitar a Jesucristo a entrar en su corazón, ella comenzó a aprender a aplicar la Palabra de Dios tanto a su vida diaria como a su matrimonio.
Kathy sabía que también podía ayudar a Bill a cambiarse la vida. Pero primero ella tenía que cambiarse la vida.
Kathy comenzó a pensar en el cariño de Dios. El cariño de Dios la había dirigido al arrepentimiento. Kathy se dio cuenta de que no le había demostrado a Bill el cariño que Dios le había demostrado a ella (ver Romanos 2:4).
Entonces Kathy confesó sus pecados. Se sentía desanimada inicialmente porque anteriormente no sabía que había maltratado tanto a Bill.
Cuanto más habló con Dios de su matrimonio y sus pecados, cuanto más gozó de la libertad que predomina cuando Dios quita los pecados.
Kathy también entendió que no es malo desear ser amada. Se resolvió a seguir deseando el amor de Bill. Sin embargo, también se resolvió a evitar enojarse/cometer pecados si no recibía lo que quería.
En retrospectiva, Kathy se dio cuenta de que sus problemas matrimoniales se empeoraron cuando [ella] respondió a los pecados de Bill con sus propios pecados (su enojo, su venganza). Luego Kathy me dijo
Identificar los Motivos que Gobiernan el Corazón
Kathy le echó la culpa a Bill cuando [ella] no recibió todo lo que quería. Ella lo acusó de privarle de lo que necesitaba. Para Kathy, si Bill le hubiera dado lo que quisiera, ella se habría alegrado otra vez y su matrimonio se habría mejorado.
Pero en aquella época no entendía que Bill no era la causa de su descontento.
Kathy era desanimada a causa de su idolatría. Le pedí que repitiera la frase: Yo sería felíz si_________. El espacio blanco representaba su ídolo. Kathy estaba enojada porque se le había quitado su “ídolo.”
Le pregunté a Kathy <¿Qué te hace alegrarte?>
Y Kathy respondió <sería felíz=”” si=”” bill=”” me=”” demostrara=”” amor=”” como=”” yo=”” quisiera.=””> Ésa es una señal de la idolatría.
La única respuesta correcta a la pregunta que le hice a Kathy es “Dios.” Ésa no fue la respuesta de Kathy, y por eso tenía un ídolo.
Lo que te hace sentirte felíz puede ser tu ídolo y tu “dios.” Si la gracia de Dios no cumple con nuestras expectaciones, nuestras expectaciones son más importantes que la gracia de Dios. Eso implica que Dios ya no es el centro de nuestra vida.
Kathy se arrepintió y restauró su relación con Dios. Dios volvió a ser el centro de su vida, y su deseo de servir a Dios se manifestó clara y extensivamente en varios aspectos de su vida. Fue una transformación total para Kathy.
Kathy siguió pidiéndole perdón a Dios; cuanto más se relacionó con Dios, cuanto más le demostró a Bill el amor que Dios le había demostrado a ella. Y cuanto más le demostró a Bill el amor de Dios, cuanto más Bill se cambió la vida. Poco después, su matrimonio desagradable se convirtió en un matrimonio que glorificaba a Dios; Dios le dio a Kathy lo que deseaba.
Rick launched the Life Over Coffee global training network in 2008 to bring hope and help for you and others by creating resources that spark conversations for transformation. His primary responsibilities are resource creation and leadership development, which he does through speaking, writing, podcasting, and educating.
In 1990 he earned a BA in Theology and, in 1991, a BS in Education. In 1993, he received his ordination into Christian ministry, and in 2000 he graduated with an MA in Counseling from The Master’s University. In 2006 he was recognized as a Fellow of the Association of Certified Biblical Counselors (ACBC).